INVARIANTES PEDAGÓGICAS (Freinet)
Las «invariantes pedagógicas», son las concepciones sobre el aprendizaje y sobre las finalidades de la enseñanza que dan sentido a la tarea escolar. Freinet insiste en la importancia de que el profesorado parta de un «marco teórico e ideológico compartido»
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El niño es de la misma naturaleza que el adulto.
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Ser mayor no significa, necesariamente, estar por encima de los demás.
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El comportamiento escolar de un niño depende de su estado fisiológico, orgánico y constitucional.
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A nadie -niño o adulto- le agrada que le manden autoritariamente.
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A nadie le gusta alinearse, porque alinearse es obedecer pasivamente a un orden externo.
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Nadie quiere verse forzado a hacer un trabajo, aunque este trabajo no le desagrade particularmente. Es la exigencia la que es paralizadora.
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A todo el mundo le gusta escoger su propio trabajo, aunque la elección no sea ventajosa.
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A nadie le gusta trabajar sin objetivo, actuar como un robot, es decir, plegarse a pensamientos inscritos en rutinas en las que no participa.
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Es preciso que motivemos el trabajo.
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1- Todo individuo quiere conseguir éxitos. El fracaso es inhibidor, destructor del ánimo y del entusiasmo.
10. 2-No es el juego lo natural en el niño, sino el trabajo.
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La vía normal de la adquisición no es la observación, la explicación y la demostración (que constituyen el proceso esencial de la escuela), sino el tanteo experimental, procedimiento natural y universal.
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La memoria, por la que se preocupa tanto la escuela, es válida y preciosa sólo cuando se integra en el tanteo experimental, cuando está verdaderamente al servicio de la vida.
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Las adquisiciones no se hacen, como creemos a veces, por el estudio de las reglas y de las leyes, sino por la experiencia. Estudiar primero estas reglas y estas leyes; en lengua, en arte, en matemáticas, en ciencias, es colocar el carro delante de los bueyes.
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La inteligencia no es una facultad específica que funciona como circuito cerrado, independientemente de los demás elementos vitales del individuo, como enseña la escolástica.
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La escuela cultiva sólo una forma abstracta de inteligencia, que actúa fuera de la realidad viva, fijada en la memoria por medio de las palabras e ideas.
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Al niño no le gusta recibir lecciones ex cathedra.
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El niño no se cansa al hacer un trabajo que está en la línea de su vida, que le es funcional.
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A nadie le gusta ser controlado y recibir sanciones. Esto constituye una ofensa a la dignidad humana, sobre todo si se ejerce públicamente.
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Las notas y calificaciones siempre constituyen un error.
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Hable lo menos posible.
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Al niño no le gusta estar sujeto a un trabajo en rebaño. Le gusta el trabajo individual o el trabajo en equipo, en el seno de una comunidad cooperativa.
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El orden y la disciplina son necesarios en el aula.
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Los castigos son siempre un error. Son humillantes, no conducen al fin deseado y no pasan de ser un paliativo.
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La vida nueva de la Escuela supone la cooperación escolar, es decir la gestión por los usuarios, incluido el educador, de la vida y del trabajo escolar.
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La sobrecarga de las clases es siempre un error pedagógico.
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La concepción actual de los grandes centros escolares conduce al anonimato de alumnado y profesorado, lo que siempre es un error y un obstáculo.
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La democracia de mañana se prepara por la democracia de la escuela. Un régimen autoritario en la escuela no será capaz de formar ciudadanos demócratas.
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Una de las principales condicionas de renovación de la escuela es el respeto al niño, y a su vez, el respeto del niño a sus profesores; sólo así es posible educar con dignidad.
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La reacción pedagógica que se opone a nuestra pedagogía, es un elemento de la reacción social y política, con la que tendremos que contar sin que podamos evitarla o corregirla.
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Hay una invariante que justifica todos nuestros tanteos y autentifica nuestra acción: es el optimista y esperanza en la vida.