Para hablar de la ciudad de las mujeres en Italia, quiero empezar recordando a la veneciana Cristina de Pizán que en 1405 escribió “la Cité des Dames”. En este libro, ella defiende que la naturaleza femenina es tan apta como la masculina para el desarrollo de actividades de muy diverso tipo, entre las que se incluyen las intelectuales, propias del espacio público. Cristina de Pizán con la ayuda de la Razón, de la Derechura y de la Justicia, construye una ciudad que es un espacio de relaciones regidas por el derecho, es decir un espacio de ciudadanía.
Ciudad y ciudadanía
La ciudadanía se origina en las ciudades, sin embargo estas contienen patrones de desigualdad de género, la división tajante de lo público y lo privado, asociado respectivamente a lo masculino y a lo femenino, la estructura espacial que dificulta el uso y acceso a los beneficios de la ciudad, la falta de áreas verdes e infraestructura, o la inseguridad, afecta con mayor profundidad a las mujeres.
Planificar las ciudades con un enfoque de género no atiende sólo a las necesidades de las mujeres, sino que, al hacerlo, al incorporar al diseño y a la gestión de la ciudad, aspectos como la sostenibilidad y la seguridad, se está respondiendo a las necesidades de otros colectivos (niñas y niños, personas ancianas y/o con minusvalías).
La calidad de vida de la totalidad de las ciudadanas y los ciudadanos depende de que las respuestas satisfagan no sólo las necesidades económicas, sino también las sociales.
La ciudad como espacio de socialización
El espacio reproduce el orden de valores de una sociedad, las clases sociales, la concepción que se tenga de familia y del papel que juegan las mujeres y los hombres en tal sociedad. Las ciudades de hoy están formando las mentes infantiles; niñas y niños aprenden a moverse en la ciudad viendo a sus mayores. Para que ambos ejerzan su ciudadanía en igualdad, ha de reconocerse la importante tarea de las mujeres en la sociedad, tiene que hacerse visible en el espacio público que las mujeres forman parte de la vida de la ciudad. La carencia de figuras femeninas en las ciudades, nos revela hasta qué punto están hechas por y para el hombre.
Violencia contra mujeres y niñas
Ya sea que vayan caminando por la calle de una ciudad, viajando en medios de transporte público, yendo a la escuela o vendiendo productos en el mercado, las mujeres y las niñas están sujetas a la amenaza del acoso sexual y la violencia. Esta realidad de la vida cotidiana limita su libertad de recibir educación, de trabajar, de participar en la política o, simplemente, de disfrutar de sus propios barrios.
"No hay una sola ciudad o país del mundo donde mujeres y niñas vivan sin miedo a la violencia. Ningún líder puede asegurar 'Esto no está ocurriendo en mi patio trasero". Michelle Bachelet ex directora ejecutiva de ONU Mujeres.
Apropiación del espacio
Las calles, parques y, en general, todos los lugares públicos son usados mayoritariamente por el hombre y representan la visión masculina de la actividad comercial, deportiva o la recreativa, alejando a las mujeres de estos lugares. Esta apropiación del espacio público sigue perpetuando el viejo rol de la mujer, relegándola al universo doméstico de la casa.
En los patios escolares se ha demostrado un uso desigual del espacio, de manera que los niños se apropian del centro del patio, relegando a las niñas y a los niños, que juegan a juegos teóricamente femeninos, a la periferia.
La distribución de los espacios en las viviendas refuerza las separaciones de roles y de trabajos, derivados de la división sexual y social entre los géneros. Virginia Wolf plantea la necesidad de que las mujeres dispongan de un espacio para sí mismas, una “habitación propia”.
Conclusiones
La manera en cómo se construyen las ciudades no es neutral. Si al diseñarlas no se tienen en cuenta todas las necesidades del ser humano y sólo se valoran los requerimientos del trabajo productivo, el espacio urbano no será para todas y para todos. La participación de la ciudadanía en las cuestiones urbanas, además de dejar claras sus necesidades, implica la corresponsabilidad en el cuidado del entorno que habitan y aumenta el sentimiento de pertenencia al lugar.
Una ciudad segura para toda la población, sostenible, que respeta el medio ambiente, y planificada a la medida de todas las personas que la habitan, incluidas las mujeres y las niñas, debe ser considerada como un derecho humano.